9/05/2008

Artista del trapecio

Publicado por Olga Zaneria |


Su historia resultaba bastante hipnótica. Hablaba y hablaba, de Bali, de sus paisajes, de sus playas, de su música, de sus puestas de sol y de lo fácil que le resultaba apropiarse de la cartera de los incautos turistas.

Hablaba de cómo le conoció, de cómo se dejó atrapar y se vino con él a España. De cómo con él aprendió a jugar al Pócker, observando con atención sus largas noches de timba. De cómo un día, cuando vio que no había más que rascar se marchó de allí pensando: "Con lo bien que se me dan las cartas trabajo no me va a faltar".

Y efectivamente lo consiguió, aquél no era el mejor de los lugares pero había buena gente, había más de los suyos y tenía qué comer y dónde dormir.

Cada noche al terminar la función pensaba: "¡Qué bien! Cada día soy más buena jugando Pócker, la gente me vitorea". Pero la tarde en la que vio jugar a sus jefes… ellos lo hacían mejor y se dio cuenta de que lo que hacía de ella alguien importante no era el hecho de saber jugar bien a las cartas, sino que era la única mona en aquel circo, capaz de jugar al Pócker.

Todo esto me lo contaron sus ojos… pero sin duda lo que más fuerte me dijo fue: “Quiero salir de aquí”

1 comentarios:

Herr Trauriger dijo...

Y para que salir

Con lo Bien que se pasa en un Circo?

Aparte Una no es mona por que lo Sienta,si no por que la sientan